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- ¿Ya es hora de irnos?
- No voy.
- ¿Por qué?
- No me dejan.
- ¿Por qué?
- Mi abuelo no quiere.
- Sí, pero ¿Por qué? Todos van.
- Dice que los palcos se van a caer.
- Eso dicen todos los años.
- Sí, pero este año sí es verdad.
- Todos los años dicen que este año sí es verdad. ¿Tú cuándo has visto caerse un palco?
- Yo nunca lo he visto y mi abuelo dice que él tampoco pero que no voy. Que vió cómo construyeron eso y que eso se va a caer.

En enero siempre llueve (1994)

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4 días de fiesta, 7 días de retraso en el inicio de montaje de las corralejas, 3 toros totalmente paralizados y 4 pisos de los palcos que cayeron como un castillo de naipes. Un hecho que partió en dos la historia de Sincelejo y de la tradición cultural y folclórica más importante del Departamento de Sucre.


Era un domingo día de reposo el 20 de enero de 1980, los palcos de corralejas se encontraban listos para recibir a los sincelejanos y aledaños, a pesar de haber iniciado el montaje en la Plaza Hermógenes Cumplido, en el barrio Mochila, con siete días de retraso. Cuatro fueron los pisos de los palcos y cuatro fue la hora de la tragedia. Al fondo se podía ver el ya tradicional parque de diversiones popularmente conocido como la Ciudad de hierro, que al igual que la corrida de toros, buscaba hacer parte de la celebración de las fiestas patronales. 

 

El día no pronosticaba lluvia, pero no fue hasta después del almuerzo que comenzó a caer agua. Nada detuvo a las personas para llegar a disfrutar el último día de fiestas, por lo que la plaza se encontraba llena de sincelejanos observando cómo algunos bailaban con el peligro vestido de animal.
 

A las 3:30 de la tarde una nube negra se posicionó encima de las corralejas, dejando caer un diluvio que obligó a las personas a resguardarse bajo el techo de las gradas, quedando apiñadas en el fondo mientras el piso cedía convirtiéndose en barro. 

 


 

La tradición de las corralejas inicia en el momento que los españoles traen los primeros toros en el siglo XVI, estos creaban lidias en sus terrenos para celebrar acontecimientos magnos como la unión matrimonial de personas poderosas o el nacimiento de un monarca español. Con el paso del tiempo se hicieron más frecuentes, por lo que los trabajadores de los hacendados fueron creando también sus propias lidias en las que se dejó de lado el estilo europeo elegante y pomposo del torero y el protagonismo se lo llevaban los fanáticos que, sin experiencia, jugaban a burlarse de la bestia con cuernos. 

 

La actividad fue adquiriendo mayor popularidad, y con ello, los espectadores aumentaban. Los patios ya no eran lugar suficiente para la cantidad de personas que disfrutaban de esta fiesta y se crearon juntas para organizar corridas de toros, es decir, los aficionados se encargaban de recoger el dinero suficiente para alquilar un terreno apto, la banda de porro, un hacendado que donara bovinos de calidad y para crear la estructura donde se llevaría a cabo el espectáculo. La fiesta comenzó a consagrarse como un homenaje a los santos, y con esa excusa la iglesia tomó partido, propició la construcción de los palcos y dispuso el cobro de la entrada con la idea de recaudar dinero para el templo. 

 

La fiesta de toros, que comenzó para honrar la muerte de San Francisco de Asís, se convirtió en un negocio que generaba grandes ganancias, y que pasaron a ser tradicionales en la ciudad de Sincelejo cada mes de octubre por más de cuarenta años. Esto, hasta que el dirigente Don Sebastián Romero propusiera el cambio de fechas para consagrarlas a San Sebastián y honrar su nombre. Ni la iglesia pudo refutar este cambio pues Don Sebastián tenía gran influencia política, se comprometió en donar todo lo necesario para las fiestas ya que las lluvias eran escasas en enero. Es entonces que se concertó, de manera oficial, que las corralejas formarían parte de las fiestas de enero de Sincelejo.

***

El circuito hecho de madera simula lo que hacían los romanos A.C.: sacrificios humanos en la arena para entretener al público. El ingreso a una tarde de corralejas en palco tiene un costo, para ser espectador, entre 15 y 40 mil pesos, y entre 3 mil y 5 mil para ser participante. Arriba en las tribunas suenan porros, cumbias y fandangos que tocan las tres bandas que hay esparcidas por todo el círculo. La gente baila alrededor con latas de cerveza en sus manos y con el furor a son de piel para preservar la tradición, mientras los que le sacan el jugo a las fechas pasan ofreciendo los típicos dulces y bebidas de feria que animan a seguir disfrutando.

 

El campo se llena de hombres entre los 16 y 35 años de edad con ansias de comenzar el ruedo, mientras se entonan a punta de tragos bailan con sombrillas y animan al público intentando imitar de forma barata a las farotas. En las bocinas anuncian la salida del toro. Los manteros suelen ser los primeros en entrar al juego llamando la atención de la bestia con cuernos para extender por encima, con agilidad, el gran manto rojo; una, dos, tres o hasta cuatro veces si cuentan con suficiente suerte.

 

Con el toro enfocado en las mantas entran en acción los banderilleros, que aprovechan cualquier oportunidad para ensartar las puntiagudas y coloridas barras de madera con punta de arpón en el lomo del animal encendiendo aún más el peligro. La bestia se mueve por toda la arena en respuesta a los estímulos, haciendo que muchos salgan corriendo y se aparten del camino. Sin embargo, no siempre lo hacen con la velocidad suficiente y terminan acorralados o lastimados por los cuernos del gran animal. El toro cumple su tiempo, y luego de lanzarle varias cuerdas a su cuello, lo sacan anunciando la entrada del próximo bovino.

 

Mientras avanza la corraleja se aviva el lugar, por lo que liberan a los bovinos más fieros dando la entrada a los garrocheros, los participantes más ilustres de la fiesta, ya que van montados en finos corceles mientras sostienen largas varillas que buscan dominar al toro. Desde la tribuna se lanzan bolsas de agua a la arena, las mujeres bailan sin cesar y los vitoreos se vuelven más sonoros demostrando la excitación de los presentes. Los tragos ya se sienten en el sistema, la percepción del peligro pasa de ser poca a inexistente, la coordinación y velocidad necesaria se atrofia y los bovinos no dejan de salir. 

 

Con varios heridos fuera del campo, el piso lleno de melcochas, vasos y latas de cerveza, se recoge al último toro y se anuncia la culminación del festejo. Al final de cada fiesta se premian a los mejores y principales actores de la corraleja y salen publicados en los periódicos del día siguiente. En cambio, el 21 de enero de 1980 en la plana principal no se encontraban los nombres de los mejores manteros, o el dueño de los bovinos de mayor calidad, sino el número de víctimas y fallecidos que, hasta el momento, se tenían de la caída de los palcos.

 

La caída se pronosticó el mismo día de corralejas a voz de grito a las 6 de la mañana, un señor recorrió las calles de la ciudad advirtiendo que los palcos se iban a caer. Sin embargo, nadie lo escuchó. Se tenía conocimiento que ese año las fiestas serían distintas porque no estarían a cargo de Arturo Cumplido, como en los años anteriores, pero nadie esperaba que el cambio tendría un resultado tan trágico.

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El escenario estaba preparado para recibir a 42.000 personas y se encontraba lleno cuando uno a uno los tres pisos de palco fueron cediendo hasta quebrarse como una torre de naipes.

 

La desolación se podía escuchar junto a las sirenas de las ambulancias que intentaban trasladar el mayor número de heridos a los puestos de salud. De forma acelerada, los participantes buscaban la manera de salir de la circunferencia, hasta que las tribunas quedaron vacías por el miedo a que los palcos restantes siguieran el ejemplo de los que habían caído. En medio del desespero, muchas personas se lanzaron de los palcos agrandando el número de heridos y el caos que habitaba. Los heridos yacían en el barro junto a la madera quebrada siendo pisoteados por los que intentaban escapar del desastre.

 

En las calles las familias salían a buscar entre el tumulto a sus cercanos con la esperanza de que no estuvieran en medio de la madera y el barro. Cientos de hombres, mujeres y niños fallecieron en la plaza Hermógenes Cumplido aplastados gracias a la falta de oxígeno y a las astillas. Con el paso de las horas, y la llegada de las entidades oficiales, los familiares de las víctimas fueron levantando los cuerpos, uno encima de otro, en medio de los escombros, con el miedo de encontrar un rostro conocido.

 

El alcalde declaró ley seca por 72 horas y el silencio en Sincelejo era permeado por el dolor y la angustia; tanto así, que hoy por hoy, no se conoce el número exacto de muertos y heridos de este hecho.

 

Pero, ¿Por qué se cayeron las corralejas?

 

Nunca se llegó a tener una causa oficial del suceso, de por si las construcciones eran creadas de forma empírica y la supervisión no era la suficiente. A pesar de ello, la mayoría de sincelejanos atribuye el accidente al retraso en los días de construcción que no permitieron la excavación necesaria para el soporte de los postes. También afirman que la falta de control en la entrada generó la aglomeración de personas y otros rumorean que fue una petición que le hizo Arturo Cumplido a su santo el Dulce Niño de Jesús mientras estaba en su hacienda ubicada en las afueras de la ciudad.

 

Los aficionados de las fiestas consideran que una corraleja fue buena si existió un número de heridos o muertos gracias al toro, y aunque el número de ese año fue el mayor de la historia, fue la corraleja más devastadora, la causa de que se suspendieran por varios años y un evento que partió en dos la historia de las fiestas y de Sincelejo. Hoy, casi 42 años después, y luego de las consecuencias de una pandemia mundial, regresan, trayendo consigo el olor a lluvia, a sangre y al dolor de las víctimas de ese 20 de enero de 1980.

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Este reportaje fue realizado por tres estudiantes de último semestre de Comunicación social y periodismo que busca reconstruir la caída de las corralejas de Sincelejo y los acontecimientos relacionados a ella, tales como las dinámicas, personajes, leyendas, causas y consecuencias. Además de ayudar a entender el valor histórico, cultural, económico, religioso y político de estas fiestas a través de testimonios de víctimas y conocedores que reedifique el pasado desde el presente.

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